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¿Smart City o Yellow City?: la Lima que nos deja Castañeda

  • Foto del escritor: CEM Comunitario
    CEM Comunitario
  • 24 oct 2018
  • 4 Min. de lectura

Por Alejandro Talavera*

Una Smart City o “ciudad inteligente” es aquella ciudad orientada hacia la sostenibilidad, que usa infraestructuras y tecnologías para reducir el consumo energético y mitigar las emisiones de CO2. Una Yellow City o “ciudad amarilla” en cambio, es aquella ciudad nada inteligente que nos deja Castañeda.

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Pero el amarillo no solo se relaciona con el color partidario del gobierno municipal –y del partido político- que nos regirá un par de meses más hasta su triste culminación, sino a cierta forma de “dejar huella” en la ciudad, pintando las obras de un color aparentemente indeleble: puentes, escaleras, vallas; y digo "aparentemente indeleble" porque esta forma de “gestionar la ciudad” podría repetirse, con una nueva gestión municipal metropolitana que las pinte de otro color sin poner sobre la mesa el problema de fondo: las obras físicas y tangibles que quedan para la posteridad de las gestiones de Castañeda.


Dichas obras lamentablemente se resumen en: más concreto, más congestión y más vehículos, dando la espalda en todo sentido al espacio público, a las áreas verdes y sobre todo al peatón que es el ciudadano común y corriente, ciudadano que confió con su voto en la actual gestión, una confianza utópica convertida –si vemos las encuestas de los últimos años- en decepción justificada.


Ejemplos sobran pero hay uno que grafica de cuerpo entero la “yellow city” que hereda Muñoz: el bypass de 28 de julio. Y es que dar la espalda al proyecto Río Verde que iba a ser el pulmón ecológico destinado a liberar la asfixiante contaminación ambiental de nuestro Centro Histórico para canjearlo por dicha vía que intenta conectar Wilson con Arequipa pero que no lo logra, es un claro ejemplo que refuerza mis palabras.

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Este gobierno municipal se ha dedicado a crear más bypasses, más carriles vehiculares en detrimento de las bermas verdes alimentando de esta manera dos cosas: primero, una mayor contaminación ambiental puesto que los árboles además de ser elementos de ornato, absorben el monóxido de carbono que emana de los vehículos limpiando el aire, y en época de verano dan sombra y refrescan el paisaje urbano, contribuyendo con ello a la mejora de la calidad de vida del ciudadano; y segundo, la presencia de más vehículos dado a que a mayor cantidad de carriles que se construyen mayor es el incentivo para que las personas saquen a la calle más autos o sacar los mismos más veces al día, pensando equivocadamente que ahorrarán más tiempo puesto, pues no es uno sino de millones de ciudadanos que lo piensan a la vez.

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El bypass de 28 de julio es tan desastroso que ni la plancha de concreto encima del mismo se salva, intentar llamar a dicha plancha “espacio público” para el ciudadano no es más que una broma de mal gusto, ¿qué va a pasar en verano cuando el asfixiante calor impacte en el concreto de aquel lugar y las personas busquen sombra desesperadas sin encontrar refugio alguno?, simplemente dichas personas se irán de aquel lugar mal llamado espacio público ya que por definición un espacio público representa un lugar de permanencia y disfrute del ciudadano, y claramente este no lo es.

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Los puentes amarillos que todos vimos caer durante las últimas crecidas de los ríos y las grietas que vimos del bypass de 28 de Julio, solo son una muestra de lo que se ha priorizado: un inescrupuloso ahorro de materiales y no en la calidad de vida de los ciudadanos y de las obras que se ejecutan en su beneficio con recursos públicos, recursos escasos que además se gastarán más por las reconstrucciones o mayores obras de mantenimiento a las inicialmente presupuestadas.

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No deseo finalizar sin dejar de referirme a las famosas escaleras amarillas de los cerros, la accesibilidad de todas las personas "sin exclusión alguna" a cada una de sus viviendas ubicadas en los lugares más altos, empinados e inaccesibles. Hasta allí todo bien. El problema es que "sin exclusión alguna" también es falso, pues dichas escaleras nunca pensaron en los adultos mayores, personas con discapacidad o mujeres gestantes. Con buenos estudios previos y optimización de recursos públicos y/o privados, pienso que se hubieran podido construir pequeños funiculares al costado de cada escalera, al menos en algunas de ellas, por qué no pensar que el gobierno metropolitano que le suceda pueda tomar esta idea, pensando siempre en todos los ciudadanos, sin distinción de ningún tipo, todos tenemos derecho a vivir con calidad de vida en nuestras ciudades, en nuestros barrios, en nuestras comunidades, vivir bien es un derecho humano.


Lo que sí está claro es que la saliente gestión metropolitana no será recordada por fomentar esto último que he expresado, ni dejarnos una “Smart City”, no hace más que legarnos una decaída y congestionada “Yellow City”, con todo lo que ello lamentablemente significa. Recuperémosla entre todos.



* Arquitecto con más de 15 años de experiencia en arquitectura y urbanismo en empresas nacionales y extranjeras. Coordinador e Investigador en la Plataforma de Transporte y Logística Urbana de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). Magister en Planificación y Gestión Urbana Regional de la UNI. Docente universitario en la facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de San Martín de Porres. Con estudios de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.

 
 
 

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